Los comunazis del Gobierno manejan la propaganda tan bien como Goebbels. Nos lavan el cerebro y nos ganan las elecciones a los lerdos partidarios de la democracia y la libertad, salvadas gracias a los militares un 11 de septiembre de 1973, cuando el zarpazo del PC, el PS, el MIR, el camarada Prats y oficiales de otras ramas, como Bachelet y Ominami, preparaban su golpe. Así lo documentan las cándidas confesiones de los marxistas chilenos, contenidas en los archivos de sus tutores soviéticos y alemanes orientales, reproducidos por Víctor Farías en los capítulos finales de su best seller,"Allende: el fin de un mito".
El Transantiago fue otra excelente herramienta publicitaria "a la Goebbels". Les sirvió tanto como las platas de Chiledeportes, los Programas de Generación de Empleo, el MOP-Gate con su largo etcétera, y los gastos reservados, para triunfar en 2005. Ése era el objetivo. Que después no funcione, no importa. Ya inventarán otros trucos para 2009.
La locomoción colectiva de Santiago estaba basada en empresas particulares múltiples, pero sujetas a un férreo control estatal que, por supuesto, echaba a perder las cosas. Como los empresarios existentes "capturaron al regulador", excluían a posibles competidores que osaran invadir su feudo. Pero ese mercado al menos operaba más competitiva y descentralizadamente que el Transantiago. Su red llegaba a todos los puntos de la extensa y creciente metrópoli, y donde aparecía una demanda se "conseguía" una nueva línea o la extensión de la existente.
Por supuesto, las tarifas eran y son políticamente controladas, y había barreras a la entrada, impuestas por el contubernio burocrático-empresarial.
Si se hubiera garantizado una real libertad de iniciativas, los más eficientes empresarios privados, llamáranse Angelini, Claro, Fernández León, Luksic, Matte, Paulmann, Piñera, Saieh, Senerman o Yuraszeck (le autorizaron sólo una línea de acercamiento), por nombrar sólo a algunos, o Soto, por designar genéricamente a potenciales pequeños emprendedores hoy marginados, pero meritorios, que los hay, habrían competido y creado múltiples y buenos recorridos. Y, de ser ello eficiente, habrían también contemplado tarjetas de pago y buses modernos.
Los mercados libres operan así. En el del pan, usted encuentra del que más le agrade, en todas las variedades y sin control de precios ni Ministerio del Pan. Y también sería excelente la educación si los dos billones (sí, leyó bien, billones) anuales o más de pesos que se lleva la burocracia se entregaran a los padres de familias pobres en forma de "vouchers" por cada hijo, para pagar colegios de excelencia, que cualquiera podría libremente elegir o crear. Recuerden, queridos feligreses, esta idea, que varias veces he planteado, porque cuando Chile sea civilizado, estoy cierto de que se hará realidad. Claro, algunos creen que Chile sólo será civilizado por allá por el siglo XXIII, si es que la píldora del día después todavía deja chilenos sobre la Tierra.
Por supuesto, el Transantiago no va a seguir funcionando tan mal como en estos días, porque hay empresarios privados en el sistema, y éstos saben cómo mejorarlo, aun a pesar del control de la Concertación. Pues a ésta, como ha recordado ayer el arquitecto De Groote, se le vienen abajo los puentes, se le deterioran los pavimentos recién inaugurados, se le inutilizan las pistas de aterrizaje aun antes de operar y se le quedan en pana los trenes recién comprados.
Entonces, queda un consuelo: como el Transantiago no puede seguir así ni empeorar, sólo puede mejorar.
Por Hermógenes Pérez de Arce
miércoles, 14 de febrero de 2007
OTRO FRACASO SOCIALISTA
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